Para todas ELLAS.
La calle se convirtió de pronto en el Boulevard Chanel. La mujer más libre, y exitosa desde luego,
que nunca. Enfundada en ropa que luce
bajo un mensaje clave, o como bien diría un extraordinario Frank Sinatra, “A MI
MANERA”.
“History
is her Story” gritaba una pancarta sostenida por una de las rebeldes
modelos. “Make Fashion Not War” producía
un regreso en el acto a los setentas, “Boys
should get pregnant too”, una tercera. Y así, entre “Women’s Rights are More
than Alright” y "We Can Match The Machos", varios mensajes más hacían evidente las voces de millones de mujeres dentro y fuera del Grand Palais.
Una lluvia de frecuencias femeninas que se
congregaron alrededor de uno de los más exquisitos, influyentes e históricos
nombres de la industria de la moda: CHANEL.
París fue la sede elegida por un genio
indiscutible llamado Karl Lagerfeld, para darle vida a una protesta femenina
vestida de tweed.
Porque ser una mujer impresionante no es sinónimo
de debilidad, de equivocada complicidad,
de irrespeto o de pertenencia a un status inferior.
Y esta vez,
en medio de una mirada femenina, más que feminista, emprendida una vez
más, después de que todo comenzara, o recomenzara, al salir a la luz pública un atroz video
sobre maltrato y abuso familiar contra la esposa de una súper estrella del
deporte: Ray Rice se convertía en una
brutal fiera. Y se ganaba el desprecio mundial ante una mirada atónita y el
grito de diversas voces que no se hicieron esperar. Días después llegaría el
discurso de Emma Watson, que sellaría
con todo el optimismo viral del mundo un punto clave para que miles de mujeres
jóvenes alrededor del globo prestaran atención.
Sin embargo, nadie imaginaría que sería EL KAYSER quien haría, en un nuevo derroche de imaginación, atrevimiento y sofisticado tino, una llamada de atención al mundo entero. Uses el Nº 5. O no.
Karl Lagerfeld es de acero. Es eterno. Y sin dudas es, y será, indiscutiblemente único.
Impresiona su capacidad de reinvención, una y
otra vez. Su mente viajando
ilimitadamente, sin tabúes, sin idiomas, sin tiempos. Su apertura interminable y su capacidad de
absorber los cambios sociales, sean de su generación, o no. Él hace lo que quiere. ¡Y qué siga siendo
así!!!
Su ojo biónico es el retrato del arco, y la
flecha, más perfecto de todos. Nunca
falla. Sus entregas siempre son un
espectáculo y una fiesta de la moda.
Contagiante, irreverentes, refrescantes y con un tono social que no se
hace esperar. Recordemos que la última
vez lo vimos en un “supermercado” puntualizando nuestra maravillosa época de consumismo masivo.
Él es el perfecto ensayista de la moda. Dice lo que piensa, y protesta, a través de
la ropa, de los accesorios, del gran show, de sus perfectas o, qué duda cabe ya,
imperfectas musas. Que tal vez no siempre
saben de qué se trata, pero el maestro
lo tiene todo totalmente estructurado. Y eso, ha quedado sumamente claro. ¿O
no?
La mujer de labial rojo, de sastre, de tonos
militares, de botas con parches de colores porque así se le antoja. La que se enfunda en el dramático vestido de
color metálico, o entre barrocos bobos, la de la bomber dorada y también la que
envuelve su cuello en el lazo más sofisticado. La de los colores pasteles y la deportiva. Esta pasarela hecha pista gritó “LIBERTAD”. Nunca antes Chanel había tenido una dama tan
desenfadada, modo que comenzaba desde la actitud hasta la huella dejada en las
carteras. La moda hecha comodidad y eso
llamado “fácil de usar”. Un street style
como el que impera allá, afuera, pero con una huella indeleble de glamour.
Las reminiscencias de los 70s eran evidentes. Las palabras sobran cuando vemos las
imágenes. Los ecos de Gabrielle estaban por todos lados. Ella que fue una mujer adelantada a su época,
que no cedió nunca, que se caracterizó por romper con los cánones “apretados”
de la moda y proponer la elegancia en su expresión más práctica. Una con perlas,
tweed y olor a riqueza.
El artífice de todo, un gran y satisfecho, como
siempre, Karl Lagerfeld. Que entre zapatillas de lujo y el slogan “Tweed
is betther than Tweet” disfrutaba una vez más, la ovación de su gran obra. Estamos seguros que, sin duda alguna, él es el
propio estilista de su mundo.
Lucy.
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