Por Lucy
Quintanilla
Se
abre la puerta y dos palmas abiertas nos reciben. Son el preámbulo de un par de manos
fuertes, oferentes y recíprocas a la
vez, dadivosas y agradecidas, marcadas
por el paso del tiempo, del frío, del sol intenso, de las espinas y la maleza,
de la lluvia y acaso la caricia eventual del viento.
Anónimas, ampolladas y trazadas por rasgos lineales muy marcados, reflejo de la vida al otro lado de
la ladera, esa frontera que pocas
veces cruzamos, conocemos o siquiera imaginamos y en donde la existencia abunda
a la luz de misticismo y la libertad impasible de sentir, aunque nadie se
percate.
Es la única imagen de color en la sala,
expectante y anfitriona de la noche. El
recorrido ha comenzado.
Esto es PIRUW...