Puede que
sí…Puede que no
¿Una pieza de diseñador te garantiza
tener un estilazo y elegancia a como dé lugar?
Low cost vs High Fashion
En un momento en que lo aspiracional prevalece sobre lo que realmente se
necesita y las apariencias están hechas, muchas veces, para triunfar. Qué
valoras más ¿calidad sobre cantidad? ¿Las tendencias? ¿El lujo? ¿Lo
posible de pagar? ¿Lo bonito para la foto???
Si hay algo que resulta una verdad absoluta en la industria
de la moda actual, es que ésta se ha masificado prácticamente por
completo. Con la llegada de la Nueva Revolución Industrial, que nos
embadurna de tecnología renovada a cada instante y la era digital que se
repotencia segundo tras segundo, los tiempos se acortan de forma irreversible y
las distancias prácticamente son inexistentes. Las marcas low cost crecen como
la espuma y de pronto ¡Todo lo Puedes! Y especialmente ¡Todo lo tienes!
Los antojos pueden ser cubiertos tan solo con extender la mano y
una cantidad de dinero mínima. Sí, por una prenda casi “igualiiiitaaa” a
la del suuuper diseñador. Sin embargo, con la experiencia y la repetición
de varias piezas “igualitas” a otras que son cincuenta veces más caras pero con
firma de Casa muy chic, te vas dando cuenta de que éstas últimas cuestan lo que
valen y que aunque pasen los años no se destruirán en milésimas de segundos
(una o dos temporadas de equivalencia fashion) como las primeras.
Sin embargo ¿toda aquella que tenga ropa o accesorios con
el súper nombre de insignia tiene sí o sí buen gusto? ¿La sofisticación te la
asegura un nombre o el precio muy alto?
Recuerdo claramente cuando oí a Óscar de la Renta hablar del
tema de las “marcas” y su importancia, argumentando con un ejemplo que fue un
“basta y sobra” absoluto para el entendimiento masivo. Citó el caso de su
gran amiga, la socialité cuando aún el término mismo no existía, Gloria
Guinness y cómo ella hacía la ropa y no al revés con ese don extraordinario que tenía para, por
ejemplo, comprarse un t-shirt de 3 dólares y hacerlo ver como si costase 20
millones.
Y es que de eso se trata ¿o no?
Sería genial tener todos y todas bolsos de Carolina Herrera
(eternos y preciosos), de Louis Vuitton (tan in), Prada (para morirse de
lo bonitos y refinados que lucen); zapatos de Loboutin (dolorosos pero
eternamente femeninos como para darse el gusto de escalarlos al menos una vez,
como mínimo), Valentino (con ese lado a veces girly y otros tan
wonderwoman); o ropa de Versace (invencible), Cavalli (EL
ÚNICO), Dolce&Gabanna (en un Edén eterno)…Y la lista interminable a
nivel mundial puede continuar.
PERO…A veces, de Posible a Imposible hay dos letras de
diferencia y el paso es casi instantáneo. Simplemente, comprar artículos
de diseñador no es viable para todos. Sería genial, sí…”SERÍA”.
Aún así, memoricemos que el buen gusto no te lo da un nombre, es
innato a cada una/o. Verse estupenda, o
no, es algo personal y no te lo garantiza algo material, por más cara que sea o
rimbombante que suene el nombre de la pieza.
LA REINA DEL LOW COST |
Por mientras
existen los tres gigantes que todos podemos encontrar en cada esquina rumbo “al
mundo” (Forever 21, Zara, H&M) y en cada país su respectiva tienda de
retail que, en nuestro caso, encarnan Saga Falabella y Ripley. Eso sin
contar el infinito formado por reyes virtuales como ASOS o Topshop.
Recordemos que
las grandes cadenas de retail textil son una suerte de Mini Me de las
grandes Casas de moda y reproducen, como si el mundo se fuese a acabar mañana,
pieza tras pieza lo que los exclusivos creadores le presentan al globo entero
cada temporada, acortando los precios casi hasta llegar al suelo y volviendo la
moda accesible en cada rincón de este planeta (fenómeno que, en el fondo, no se
deja de agradecer).
No olvidemos, además, que Internet es la principal biblioteca
planetaria y la herramienta más dinámica, influyente y acaparadora con la que
cuenta la moda hoy por hoy. Y en gran parte, la que ha permitido democratizar
esta industria y diseminarla en todas partes. Internet es una herramienta
vital también para nosotros, como consumidores, para conocer mucho más y
nutrirnos de información constantemente. Si comparas y te empapas de
fuentes distintas, mucho mejor para ti. Así los resultados que obtengas
serán más objetivos y definir lo que te gusta, o no, también.
Por otro lado, siendo sinceros y realistas, bueno bonito y
barato es un gran ideal, más no siempre es el resultado final. Bonito y
barato sí… ¿Bueno? A veces no hay que pedir tanto. Algunas cosas te
podrán durar más que otras pero, por lo general, es una suerte de fast food de la moda,
muchas de las prendas de estos espacios te duran una temporada, máximo
dos. Puede ocurrir, sin embargo, que si las usas muy poco y las lavas
casi como si bañaras a un bebé (imagínate la escena), te puedan durar mucho
más. Riesgos que, probablemente (porque nunca digas nunca) no ocurra con
una pieza high fashion, aunque siempre hay excepciones.
¿Y entonces qué hago? Compro todo lo que una marca de
diseñador ofrece aunque me cueste veinte veces más que el clon que puedo
conseguir en un tronar de dedos a la vuelta de la esquina? TAMPOCO, porque no
todos pueden.
Y sobre todo, el motivo de este post y razón principal para no
desfallecer, es que una pieza de “marca” no te garantiza lucir fabulosa ni te vuelve
una persona distinguida, eso depende de muchísimo más que aquello llamado Ropa,
pasa más bien por un tema de actitud y personalidad plasmada en el estilo que
demarques al momento de expresarte en general. Ese viejo dicho “aunque la
mona se vista de seda mona se queda” es cierto.
El estilo es innato pero algunas aristas se pueden pulir
aprendiendo, observando todo el tiempo y especialmente no copiando jamás.
Porque imagínate que tienes una vida súper ajetreada y eres mamá que lleva a
sus hijos a todos lados y vas a la oficina y de paso estudias algo, para luego
volver a casa a encargarte de todo ¿Qué harías escalando un par de tacones al
estilo Loboutin, 12 y aguja, todo el día tan solo porque es eso lo que ves en
todas tus revistas y blogs favoritos y las chicas se ven impresionantes?
Probablemente terminarías destruida, hecha un desastre y odiando los stilettos
como nunca jamás. Si tu onda tiene pizcas de rebeldía, siempre te han
gustado los tonos dark y el lado grunge de la vida ¿cómo copiar el look de la
bloguera que parece salida del Planeta Tutti Frutti y a quien se le ve lindo
todo en esos tonos? No te verías bien por una simple razón: porque no
serías tú y lo único que estarías haciendo es entrar en los zapatos
equivocados, ni siquiera te podrías mover libremente por la incomodidad de algo
que no eres. En lugar de Cenicienta te
quedarías en la horrible hermanastra. O, por ejemplo, si eres ultra
femenina, cómo llevar estrictamente y con sonrisa de oreja a oreja la moda
boyish y las piezas maxi todo el tiempo y al rigor de la letra, sin adaptar el
dato a tu gusto. Y por el contrario, si eres más bien ultra clásica y mujer de
pantalones y blusas nude ¿adaptarte al estilo tan sensual de Sophia
Loren? No tiene sentido. Una cosa es inspirarse, tomar de ello y de
aquello, aplicarlo a tu sensibilidad y personalidad y definir, paso a paso, tu
estilo. Otra, muy distinta, parecer siempre disfrazada.
Personalmente, una de mis amigas más queridas es una experta en invertir en cosas de muchísima calidad y a la vez fan de Zara, además que tiene muy buen gusto en cada opción en la que pone los ojos, y prácticamente todo lo queda bien. Por eso, cuando me contó su última anécdota con una billetera Carolina Herrera, además de reírme mucho con las ocurrencias de su esposo, decidí armar esta nota. A ver, he visto su Michael Kors linda (pero no tan buena como sus demás carteras), su Carolina Herrera rojísima y perfecta que, casi una todo terreno, ni la lluvia le generó la más mínima peca en el viaje hecho a Europa, su Louis Vuitton regiaza y ahora último su reciente adquisición que fue la billetera como regalo de ese esposo gracioso que al final, en el tono más irónico de todos, le dijo que solo le pedía que la use a diario y que no esté metiéndola en carteras de “Platanitos”. ¿Por qué? Pues porque además de esa colección, tiene otras carteras mucho más sencillas que son las que usa para el día a día cuando las ocasiones resultan lo más común del mundo.
El tema de la calidad será una diferencia extrema que siempre
estará en juego. Pero el punto del precio hace que las marcas low cost
sean famosas por ocupar, a veces, hasta el 80% del espacio que muchos vestimos.
Y volviendo a nuestra misiva, más allá de todo eso una marca,
por más fina o cara que sea, no te hará lucir mejor porque sí. La ropa no
te puede construir y definir, todo lo contrario. Es como el “bling
bling”, no se trata que vayas con cuatro millones de dólares encima si combinas
todo mal, luces estridente, brillas más que las luces de neón de una cuadra
entera repleta de hoteles baratos o copias sin sentido a alguien más…Te pongas
lo que te pongas, te cueste un dólar o mil, siempre lucirás mal y será el look
del fracaso.
El buen gusto nunca pasa de moda, el silencio a veces es mejor
que cien palabras mal dichas. Porque como en el caso de la historia de
Óscar de la Renta, te puedes poner la prenda más económica una sola vez pero si
sabes llevarla, acompañarla y adecuarla a tu figura y personalidad…te verás
mejor que en un Front Row de Chanel.
Suena fácil, tal vez no lo sea tanto, pero es totalmente posible.
Y sobre todo cierto.
Para conversar sobre los pro y los contra de una marca low cost
un solo post no alcanzaría. Hoy quise hablarles sobre la importancia
estricta, o no, de llevar algo caro porque sí y qué tanto eso condiciona o
define cómo te ves.
¿Ustedes que piensan?
Lucy
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